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14-06-2009 |
Reseña del libro "El Desequilibrio como Orden" de Francisco Veiga
José Antonio Cerrillo Vidal
De cómo murió el sueño del Nuevo Orden Mundial
Rebelión
Francisco Veiga es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona, autor de numerosos libros y artículos y especialista en el Este de Europa y Turquía, además de escribir un más que interesante blog de análisis internacional ( http://elveiga.blogspot.com/ ) . Tras atreverse a contar la historia de la Guerra Fría (en "La Paz Simulada" , escrito junto a Enrique Ucelay-Da Cal y Ángel Duarte y publicado en 1997), Veiga asume el reto de ser el primer historiador en explicar con la perspectiva propia de su oficio el periodo posterior al derrumbe de la Unión Soviética. Etapa que, según afirma el autor (y que más o menos compartiremos todos), estaría llegando a su fin y que guardaría más de una sorprendente similitud con el proceso de descomposición del antiguo bloque soviético.
Una palabra que se repite constantemente en el libro es "implosión", es decir, una presión que viene de dentro, del interior del propio cuerpo, y que puede llegar a destruirlo. Esta es la tesis central del libro, que interpreta los años transcurridos entre 1990 y 2008 como el fracaso progresivo de un proyecto político: el que asignaba a los países centrales del capitalismo mundial, significativamente a EE.UU., el gobierno unilateral de la globalización. Aquel "Nuevo Orden Mundial" que George Bush padre prometió en 1991 y que parecería iba a caracterizarse por el crecimiento perpetuo, el libre juego del mercado, la permanente evolución tecnológica y el avance de la democracia liberal en todo el planeta. Menos de dos décadas más tarde, el optimismo derivado de la victoria en la Guerra Fría ha desaparecido bajo las ruinas del crash bursátil de septiembre de 2008.
¿Qué ha sucedido entre ambas fechas? Para Veiga, los síntomas de la caída se venían anunciando desde el primer momento, como parecían presagiar las desastrosas disoluciones de la URSS y Yugoslavia, el genocidio en Ruanda y los fiascos intervencionistas de Haití y Somalia. Los momentos de optimismo y victorias parciales (negociaciones de paz israelo-palestinas, fin del Apartheid en Sudáfrica...) han tenido en todo momento contrapuntos oscuros ("Guerras Mundiales" africanas, sucesivas crisis económicas cada vez más duras, desde la de México en 1994 a la actual, ascenso del terrorismo islamista...). Las potencias occidentales, atrincheradas en una visión dogmática y unilateral del mundo, habrían preferido mirar hacia otro lado e ir enterrando contradicciones debajo de la alfombra, hasta que el modelo ha estallado definitivamente en el final de la funesta presidencia de George Bush Sr. (2007-2008).
Veiga argumenta que las crisis de las vertientes económica y política del Nuevo Orden Mundial habrían venido a coincidir en el tiempo. Así, el fracaso de EEUU en Afganistán e Irak, la debacle militar y de imagen de Israel en sus agresiones a Líbano y Gaza, el no reconocimiento de la patrocinada independencia de Kosovo por la mayoría de los estados o el ascenso de nuevas potencias emergentes como China, Rusia, Brasil o La India se han producido simultáneamente al derrumbe de los gigantes de las finanzas, en un movimiento de tenaza que habría terminado por hundir definitivamente la hegemonía norteamericana y su proyecto imperial. En suma, el fin de una era y la necesidad, cada vez más asumida, de un replanteamiento profundo del orden mundial. Un verdadero "nuevo comienzo" de la historia.
La perspectiva analítica del autor es bastante tradicional: las relaciones internacionales, disciplina en la que Veiga es experto. En otras palabras, las grandes estrategias y acciones de los Estados y otros grandes actores mundiales como protagonistas absolutos, casi únicos, del relato. Las relaciones de fuerza internas sólo son contempladas cuando son directamente necesarias para explicar determinadas coyunturas, limitándose por lo demás fundamentalmente a instituciones o partidos. Los movimientos sociales, los conflictos políticos o las batallas por la hegemonía dentro y fuera del estado apenas son contemplados. Este es sin duda el mayor defecto del libro. Con todo, algunos de los mejores capítulos son los dedicados a los grandes cambios sociales del periodo (eclosión de Internet, externalización de las funciones del Estado, grandes migraciones internacionales, cultura del miedo...), concentrados en los años 1996-2001, lustro en el que habría "cuajado la globalización" como afirma Veiga, acertadamente a mi juicio.
Un segundo olvido notable es el de la problemática ecológica, pese a que nadie puede negar que haya sido uno de los temas centrales del periodo. No hubiera estado mal dedicar un capítulo a los cada vez más visibles límites al crecimiento desbocado de la sociedad industrial-capitalista como otra de las patas fundamentales de la crisis que ha dinamitado el proyecto globalizador. Fiel a su perspectiva, Veiga apenas toca la problemática de los recursos energéticos, y cuando lo hace se centra en el "nuevo Gran Juego" por las reservas del Asia Central en lugar de en la sostenibilidad de la economía mundial.
Una obra tan ambiciosa, además, corre muchos riesgos. Querer explicar la entera historia mundial de las últimas dos décadas en un solo libro es harto complicado. Es muy posible que unos capítulos resulten más rigurosos que otros, en especial aquellos que se alejen más de la especialidad del autor. Esto es exactamente lo que sucede en "El Desequilibrio como Orden". En algunos capítulos, Veiga demuestra una finura analítica notable, como en la descripción de las sucesivas crisis yugoslavas; en la explicación de la emergencia del islamismo (al que sagazmente define como "el otro vencedor de la Guerra Fría"); o en el papel que atribuye a la mayor parte de la sociedad mundial, incluidos los ciudadanos de los países en desarrollo y los inmigrantes, en el sostenimiento de la economía neoliberal como medio de acceso rápido a un modo de vida consumista (la "sociedad low cost", por usar la feliz expresión del propio Veiga). Interpretación que sin duda resulta polémica, pero que personalmente considero cierta en lo fundamental.
Otras partes del relato son, en cambio, mucho más cuestionables. A destacar por ejemplo una visión poco crítica de los acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP; el incomprensible olvido del terrible bloqueo y los sistemáticos bombardeos a Irak durante los 90 (por momentos parece como si entre la Guerra del Golfo y la invasión de 2003 no hubiese pasado nada); y por encima de todo, una visión a mi entender muy pobre de los procesos políticos latinoamericanos desencadenados por la Revolución Bolivariana en Venezuela. Resulta curioso que Veiga elogie el experimento político que supone la construcción de la Unión Europea y despache como oportunismo la constitución del nuevo estado en Bolivia, que supone una innovación política como mínimo de igual magnitud. O que destaque el papel de las finanzas islámicas y las inteligentes combinaciones de Estado y mercado que han aupado a China, La India, Rusia o Brasil al rango de potencias emergentes como alternativas de futuro al neoliberalismo, mientras que la puesta en marcha de un estado social de nuevo cuño en Venezuela es vista simplemente como instrumento de legitimación de Chavez.
El libro está escrito con agilidad y se nota la intención pedagógica y divulgadora, por ejemplo en la ausencia de notas, cuadros, datos y referencias bibliográficas sistemáticas. Esto quizá le reste rigor académico a la obra, pero hace que se lea del tirón, a veces casi como si fuera una buena novela. Ahora bien, la extraña organización de algunos capítulos, la reiteración de párrafos en ciertas partes y los numerosos errores tipográficos denotan precipitación por sacarlo a la calle. Las siguientes ediciones, de haberlas, probablemente se encargarán de pulir la obra adecuadamente. Con este objetivo en mente, el autor ha puesto en marcha una interesante wiki a la que puede accederse en la dirección http://desequilibriocomoorden. wetpaint.com/
A pesar de sus defectos de fondo y forma, el argumento central del libro no deja de ser acertado, creo yo, y está suficientemente sostenido por un relato bien narrado. Sólo por eso, y por la valentía que supone ser el primero en aventurarse a escribir la historia de la Post Guerra Fría, merece la pena leerlo.
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